Desde la cueva: Tiempo de santos

  Esta semana, se cumple el primer aniversario de esa serie de catastróficas desdichas que desembocaron en el parón absoluto de la actividad mundial y que han supuesto un hito en la historia de varias generaciones. En ese momento, comenzamos a darnos cuenta de que nuestra fragilidad, de que la inconsistencia de nuestro sistema y nuestros modos de vida, podía venirse abajo por la irrupción de un enemigo imperceptible a los sentidos. Comenzamos a comprender que todo lo que hasta ahora habíamos conocido, podría estar llegando a su fin.

   Pero... echando la vista atrás, parece que nada ha cambiado, que todo sigue igual: la pandemia, la crisis (espiritual, eclesial, moral y socio-sanitaria)... pero lo peor de todo parece estar en el deseo que existe de "volver a lo de antes", volver a la normalidad perdida, que es realmente la que nos trajo hasta este punto.

  Nos encontramos en un momento en que las oportunidades se multiplican, en que la ruptura con todo lo conocido hasta ahora nos abre nuevos horizontes, nuevas posibilidades para responder a la necesidad de cambio que el Señor nos ofrece a voces en este tiempo de pandemia (y de "cambio epocal"). Pero no terminamos de encontrar una respuesta contundente, una referencia clara que nos anime a vivir con esperanza. No terminamos de ver con lucidez una propuesta que se aparte lo más mínimo de los clichés sobre el clima, la inclusión o la búsqueda de puentes que abocan a un totum revolutum en el que el Bien y la Verdad quedan diluidos.

  Mientras tanto, nos pasamos los días auto-compadeciéndonos por lo mal que están las cosas, llorando por las esquinas por los tiempos que nos ha tocado vivir, por la inacción de los obispos, de los políticos... o cualquiera que nos parezca que habría de salir a solucionar nuestros problemas. También podemos ser de esos que dedican su tiempo a navegar por "los digitales" arreando a diestro y siniestro, convirtiendo su ideología en fe verdadera y cayendo en la dialéctica marxista del otro es el enemigo. 

    Pero... ¿Por qué esperar a que la solución venga dada desde fuera?    

    Seguro que, mientras lees estas lineas, se te pasan por la cabeza y el corazón algunas intuiciones. Seguro que piensas en posibles iniciativas ya existentes, o aún por explorar, que podrían responder a las necesidades que se nos plantean en el seno de la Iglesia y de la sociedad para no dejar que sea el Nuevo Orden  Mundial el que nos arrastre hacia las garras de las ideologías dominantes.

    Por eso, para plantar cara en estas circunstancias , te invito a dar el paso, a poner tu montoncito de arena (ya sea grande o pequeño). A salir de la cueva para dar forma a los deseos que Dios pone en tu corazón, para dar respuesta a las necesidades del hombre de hoy.

    No te dejes vencer por la tentación de la comodidad, de pensar: "total, ¿qué puedo hacer yo?". No te dejes llevar por la corriente dominante, a la espera de que todo cambie o el monstruo nos engulla. Es momento de dar el paso y dejar de ser un mero espectador para ser actor en esta Obra que Dios quiere realizar en y con nosotros.

    No es tiempo de cómodos ni de cobardes; es tiempo de audaces, de inconformistas... es tiempo de santos.

Subiacense


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