Cosas mínimas: Es hora de pensar en Dios
“Ya basta de hablar del hombre. Es hora de pensar en Dios”
Andrei Siniavski
Recientemente leí esta frase en un artículo del periódico, no recuerdo cuál
en concreto, ni el nombre del autor, pero recuerdo que la atribuía al escritor
ruso Andrei Siniavski. Me pareció bastante provocadora para los tiempos en que
vivimos, tan marcadamente antropocéntricos.
No he podido resistirme a pensar y escribir sobre ella, aun con la
limitación de que desconozco el contexto en que está escrita y la intención del
autor. No obstante, creo que la frase, por sí sola, ofrece una invitación
interesante para bucear nuevamente el misterio del hombre, del mundo y de Dios.
Poner fin al discurso sobre el hombre, para centrar la atención en la
cuestión de Dios, podría parecer una invitación a volver a un trasnochado y
retrógrado teocentrismo medieval, frecuentemente prejuzgado bajo la sospecha de
que ante Dios el hombre queda reducido casi a la nada, como la gota de agua
vertida en la inmensidad del océano.
Sin embargo, creo que no es ésta una comprensión adecuada de la frase. No
hay necesidad –ni mucho menos-, de contraponer a Dios con el hombre. Más bien,
creo que nos encontramos ante la propuesta de acabar con un discurso
antropológico cerrado y autorreferencial, para abrir nuevos horizontes y
oxigenar nuestro discurso sobre el hombre, a la luz de Dios.
Pensar en Dios no es dejar al margen al hombre, sino todo lo contrario: al
hablar de Dios, estamos hablando también del hombre, con gran hondura y
radicalidad. La autorreferencalidad es cancerígena y destructiva. Cuando el
hombre enclaustra su pensamiento en sus preocupaciones más directas e
inmediatas, sin abrir su pensamiento a la pregunta sentido, la trascendencia y
el Creador, al final, el hombre deja de
hablar del hombre, para centrarse en cosas humanas; o dicho de otro modo, cuando
Dios desaparece de la vida del hombre, desaparece también el hombre.
Tener la mente bien abierta, salir de nosotros mismos, elevar la mirada,
buscar la verdad, contemplar la belleza y el orden del universo, hablar con
Dios con sinceridad y serenidad, esperar con auténtico deseo nuestra
salvación... Creo que son actitudes que humanizan y que es necesario despertar
y suscitar en nuestro mundo.
Tengo que confesar que me cansa y hastía ese discurso constantemente
centrado en hombre y sin las ventanas abiertas a horizontes que son de un
interés irrenunciable para nosotros. Sin Dios, el camino del hombre se hace
oscuro, estrecho y sin salida.
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