CONCAVIDADES CONVEXAS: Louis de Whol.
LOUIS DE WHOL: UT LUCEAT OMNIBUS (Mt. 5, 15)
Cada Pascua recordamos aquella Noche
en la que Dios mostró sus prodigios liberando a Israel de Egipto, prefiguración
del Pueblo Santo, la Iglesia, liberada por la resurrección de Cristo del pecado
y de la muerte. Antes de esta definitiva liberación Dios obró diez prodigios
por los que manifestó su poder. En la novena plaga, Dios dejó en oscuridad a
Egipto, el sol no brilló, precisamente el sol era la divinidad Ra, con esto dejaba
claro que los dioses del anti-Dios, los ídolos de este mundo, palidecen ante el
esplendor de Dios. Mientras todo se sumía en las tinieblas, a Israel le dejó
lleno de luz, como signo de su presencia y su elección en medio de ellos[1].
Así Jesús quiso que sus discípulos fuesen la Luz de este mundo, pues la luz
brilla en las tinieblas para alumbrar a todos lo que moran en este hogar común
que es la tierra[2].
San Pablo hace suya esta analogía cuando a los cristianos de Filipos
exhortándoles a que vivan exentos de divisiones y murmuraciones para que
aparezcan ante el mundo como antorchas en un mundo de tinieblas y pecado[3].
Echando la vista atrás, viendo
las cosas que han acontecido en estas últimas décadas en la Iglesia, no es el
momento para hacer una lectura muy complaciente de estos textos, como si
fuésemos los justos de este mundo, después de tantos escándalos vistos y los
que quedan todavía por ver. Sin embrago, ésto no invalida la realidad querida
por Jesucristo, los santos, los hijos de la iglesia que han permaneciendo
fieles a la Palabra de Dios, han sido
auténticas antorchas luminosas para sus contemporáneos.
Cuando la aparente luz de las
idolatrías y del anti-Dios de este mundo se quita la máscara, siente que ha
pasado su primera estrategia de seducción y muestra su lado más sombrío, es
entonces cuando han brillado los
testigos de Cristo en el mundo. Esto lo comprendió uno de los personajes más
curiosos del siglo XX. Habitante de Nueva
York, de ciudadanía inglesa adquirida
durante la Guerra Mundial, nacido en Berlín, pero húngaro de nacionalidad por
parte paterna y madre austríaca, le gustaba hacer auténticas adivinanzas a la
hora de hablar de su nacionalidad. Conocedor del alemán, inglés, francés,
italiano, español y de las grandes lenguas madres como el latín, el griego y el
árabe.
Su historia es también
estrambótica, debido sin duda al esperpéntico momento histórico que le tocó
vivir. En 1935 por causa de su ascendencia judía y a la repugnancia que le
causaba el creciente estado nazi, decidió huir a Gran Bretaña. Allí intentó
colaborar con el ejército británico para acabar con la Alemania Nazi,
finalmente, después de ser rechazado en todos los servicios, fue aceptado para
la guerra psicológica, pues uno de los títulos con los que se presentaba era
nada más ni nada menos que el de “astrólogo”.
Escritor prolijo y exitoso de
novelas de aventuras, más de quince fueron llevadas al cine, como san Jerónimo
escuchó la voz de Dios reprochándole ser más ciceroniano que cristiano. En
efecto, Dios se valió de la voz de un santo, del Beato Cardenal Schuster[4],
para que dedicara sus dones al servicio de Dios. La frase fue lapidaria, propia
de un monje de los pies a la cabeza “por sus escritos le juzgarán”, dejando
entrever la advertencia de Cristo que seremos juzgados de toda palabra ociosa [5].
Desde entonces se dedicó a la hagiografía con pasión, sabiendo que este género
estaba apolillado por un pietismo insoportable.
Esto ocurrió después de la IIª
Guerra Mundial, cuando las inteligencias y los espíritus sensibles se
cuestionaban sobre cómo se había podido llegar a semejante barbarie. Él
comprendió que el nazismo había crecido porque los hombres necesitamos modelos
excepcionales a quienes seguir, diríamos mejor, referentes morales que alumbren
con su intercesión, su enseñanza y su ejemplo nuestras vidas. Éstos son los
santos. Cuando estos fallan, buscamos modelos de pasarelas o monstruos
seductores como la Bestia del Apocalipsis[6]
Desde ese momento de su pluma
salieron auténticas novelas históricas que, vistas por encima, parece
literatura juvenil, pero al entrar en ellas se descubre que más que a un lector
joven, se dirigen a rejuvenecer al lector . Los personajes y los contextos
históricos están seleccionados con mucha sabiduría. Por ejemplo, la “inventio”
de la santa Cruz por santa Elena, cuando el mundo romano unificado por su
enigmático hijo se debatía entre catolicismo o arrianismo. Otro ejemplo, cuando
parecía que la persecución volvía a castigar a los cristianos y se prohibía a
estos la enseñanza, bajo el breve imperio de Juliano “el Apóstata”, y cómo un
personaje admirable llamado Atanasio le lleva a la conversión y a gritar al
final de su vida “Venciste Galileo”. O cuando Italia se sumía en las Guerras
Góticas entre longobardos y tropas bizantinas, cómo un joven llamado Benito se
retiró en una gruta y de allí nacerán las ciudadelas de pacíficos constructores
y salvaguardas de la civilización, frente a los que optaron por la violencia. O
una adolescente llamada Catalina actuó en nombre de Dios cuando la Cristiandad
estaba en uno de sus peores momentos. En sus obras de una manera u otra, vemos
desfilar a los grandes santos de la Iglesia.
Sin duda detrás de estas obras se
saborea la savia de aquellas obras hagiográficas que desde los Diálogos de San
Gregorio Magno o la vida de San Martín de Sulpicio Severo, pasando por la
Leyenda Aurea de Jacobo de la Voragine, un día encendieron al convaleciente
Iñigo a ser san Ignacio y a Teresa de Ahumada ( y de tantas cosas!!!) a ser
Teresa de Jesús. Cada uno de sus libros, de una manera u otra, nos mueven a
repetir aquella frase de san Agustín “¿Por
que no voy a poder yo si este, si aquel, si aquella , han podido?”
El próximo año se cumplirán
sesenta años del fallecimiento de este personaje tan llamativo y tan genial,
seguro que la mejor manera de homenajear su labor es leer sus vidas de santos,
todas traducidas al castellano, y rejuvenecer el alma, con esa locura que es
necesaria para atreverse a ser santos, a pesar de nosotros mismos.
Longinos.
[1] Cf. Ex 10,21-29.
[2] Cf Mt 5,14-16.
[3]Cf Flp 2,15
[4] 1880-1954 Monje de San
Pablo Extramuros en Roma, posteriormente Abad de dicha comunidad hasta ser
elegido Cardenal Arzobispo de Milán. Beatificado en el año 1996.
[5] Cf. Mt 12,36
[6] Cf. Ap 13,14.
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