Desde la cueva: Just eat & Netflix
Desde la cueva: Just eat & Netflix
Tranquilos,
que no voy a hablar de política, eso se lo dejo a otros, esta breve reflexión
va un poco más allá, va al mismo motor de la acción del hombre ¿Qué es aquello
que nos mueve cada mañana, que nos dispone al trabajo, al esfuerzo…?
Todos
somos conscientes de que nuestro mundo vive y se catapulta hacia el futuro
inmediato con una rapidez asombrosa. Somos incapaces de mantener, durante un
tiempo razonable, nuestra atención puesta en alguien, o en algo, nos cuesta dejar
de mirar obsesivamente el móvil, desde que pulsamos el botón de envío hasta
que, por fin, tras 10 interminables segundos de espera, la persona al otro lado
del aparato nos responde con un generoso “ok” o con el maléfico emoticono de la
mano multiétnica con el pulgar en alto.
Spotify,
Netflix, Just eat, Amazon… vivimos en el mundo del consumo instantáneo, del lo
quiero, lo tengo… y ya me he cansado o se ha pasado de moda. Un tiempo en que
la búsqueda del placer y la emoción instantánea inutilizan nuestra nuestras
capacidades: somos incapaces de soportar la espera y la frustración, por eso,
somos también incapaces de vivir… somos incapaces de un silencio que resulta
esencial en la vida del hombre ya que, sin él, se volvería imposible la escucha
y la contemplación y, de ese modo, la posibilidad de elevar los ojos del suelo
a lo trascendente… somos incapaces de descubrir cuál es el sentido de nuestras
vidas porque, tan ocupados como estamos por encontrar algún aliciente que nos
ayude a levantarnos cada mañana, nos resulta suficiente el dejarnos llevar por
el ritmo de un mundo que nos quiere dentro de su rueda para que nunca más
tengamos que pensar, para que seamos cobayas de un experimento social en que el
hombre ha dado paso a un ser más útil para los engranajes del sistema liberal: el
ciudadano o el consumidor.
Nos
hemos convertido en autómatas que vagan entre el trabajo (tantas veces en un
régimen de semiesclavitud que hace inoperante el desarrollo de las virtudes del
hombre) y la ociosidad bañada por el consumo, y que carecen ya de un espíritu
crítico que manifieste el malestar ante la tiranía a la que es sometido en aras
de un supuesto interés por el bienestar o la salud de los ciudadanos (basta
contemplar lo sucedido desde que saltó a la palestra el COVID-19)
Abramos
de nuevo los ojos al Bien, a la Bondad, a la Belleza. Salgamos de esta burbuja
en que hemos sido introducidos: hagamos vida en familia, volvamos a
capacitarnos para las verdaderas relaciones humanas, tratemos de trabajar… no
para consumir, si no para dignificar nuestra vida y continuar nuestra labor de
ser colaboradores de la Obra de Dios. Contemplemos nuevamente, con asombro, la
belleza de la creación, acudamos a la lectura de los clásicos, de las grandes
obras de la literatura, el cine o el arte que nos capacitan para el don de la
vida… Y para esto, para poder pinchar esta burbuja y abandonar la rueda,
devolvamos la primacía de nuestras vidas a Dios, pues “para ser libres nos ha
liberado Cristo” (Gal 5,1).
No
esperemos a que otro nos lo dé todo hecho, pongamos lo poco que cada uno
podemos aportar, para que la Obra de Dios de fruto abundante en nosotros.
Subiacense
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