Concavidades convexas: Una profetisa para nuestros días (I)
UNA PROFETISA PARA NUESTRO DÍAS[1]
Cuenta la Sagrada Escritura que
en tiempos del rey Josías se encontraron un Libro Sagrado olvidado en el
Templo, al leerlo sintieron cómo denunciaba a Israel haber olvidado sus
compromisos con Dios. Atemorizado por semejante traición, el rey Josías decide
recurrir a la profetisa Hulda. Esta mujer haciendo un sano ejercicio de “parresía”
le recuerda al Pueblo de Dios que ha olvidado su alianza con Dios, haciendo de
la esencia de la fe judía lo que ellos han querido, no lo que Dios pide de
ellos. [2]
Una de las misiones de los
profetas es recordar al pueblo elegido lo que todo el mundo sabe, pero que tan
fácilmente olvidamos. Así Dios suscita estos profetas en tiempos de crisis para
llamar a la conversión y al amor primero a sus fieles. Esto sucede en todas las
épocas de la historia, los santos muchas veces tienen un mensaje difícil de
digerir, pero la amargura de la pócima medicinal suele ser proporcional a su
facultad curativa.
Benedicto XVI en una de sus
últimas audiencias en las que subrayó los testimonios de algunos conversos que
han sido mensajes de lo sagrado en la oscuridad de la cultura secularizada y
secularizante, señaló entre ellos a una norteamericana que pasó de la
reivindicación social del marxismo a la Doctrina Social de la Iglesia; de
querer solucionar todo desde la política a descubrir el papel de la oración en
la transformación del mundo, sin escapismos, afrontando los problemas desde
Dios. Esta mujer, Dorothy Day, que está en camino de los altares, fue enviada
por Dios para recordarnos que la medicina de nuestro mundo está en el amor a
Dios y al prójimo y desde esta fórmula evangélica: resolver los problemas
sociales del mundo.
La vida de esta mujer intrépida
nos lleva a los años de entreguerras, ella valientemente combatió, después de
su conversión, el dualismo ideológico del marxismo y el capitalismo, que
quieren solucionar el problema del hombre enfrentando al hombre contra el
hombre, ya desde la lucha de clases, ya desde los criterios de Darwin aplicados
a la economía y justificando la ley de la selva. Su experiencia de haber sido
arrestada por sus reivindicaciones sociales y convivir en la cárcel con mujeres
hundidas en la prostitución y la drogadicción le hicieron “ver los seres humanos
atormentados, por su propia voluntad…” estos, según nos cuenta ella, “… me
hicieron sentir la profundidad del desorden del mundo…”; lo que ella denominará
la “tristeza del pecado”.
Estas experiencias negativas de
la realidad social de su tiempo, percibidas desde una sensibilidad a flor de
piel, se fueron sumando al descubrimiento paulatino de la naturaleza religiosas
del hombre. En una de sus primeras instancias en la cárcel, debido a sus
reivindicaciones políticas sólo llevó a su celda la Biblia, allí fue
descubriendo su profundo ser religioso, interioridad negada y castrada por las
ideologías marxistas y similares. Como buena periodista con su pluma ágil nos
describe esta experiencia:
“Yo me aferraba a las palabras de
consuelo de la Biblia y, mientras la luz permanecía encendida, leía y meditaba…pero
mi orgullo seguía luchando. No quería acercarme a Dios derrotada y
apesadumbrada. No quería depender de Él…Trataba de convencerme de que leía por
puro placer literario. Pero las palabras seguían resonando en mi corazón.
Imploraba y no sabía que imploraba”
Como mujer apasionada se lanzó al
mundo de los amoríos sin discernimiento, fruto de ello fue un embarazo
involuntario en el que decidió abortar, lo que le grabó para siempre. Fue toda
su vida una activista antiabortista y, años más tarde, al quedar embarazada
decidió contra la voluntad del padre de la criatura bautizar a sui hija. Esto
significó el paso decisivo a su conversión a Dios y a su Iglesia. Encontró una
religiosa que rezaba diariamente el rosario, y aprendió la lección que su
orgullo tanto se resistía “Todo lo que teníamos que hacer era depender de la
oración”
[1] Éste artículo es deudor de
los libros que ahora citamos y que recomendamos a quien quiera conocer a esta
gran mujer:
Dorothy Day, Mi conversión. Madrid 2014
Terrence C. Wrigth, Dorthy Day Periodista, activista y
pacifista. Madrid, 2020.
De este último libro están tomadas todas las citas
[2] Cf. 2 Crón 34, 22- 28.
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