La Casa de la Comunión: La casa y la escuela de la Comunión

LA CASA Y LA ESCUELA DE LA COMUNIÓN

“Este es el reto del nuevo milenio: hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión”. Ésta es la visión que San Juan Pablo II nos dejó en su carta programática Novo Millenio Ineunte ¿Pero dónde aprender el arte de la comunión? Sólo en lugares en que se viva el milagro de la misericordia. Si existe alguno ésa es la escuela donde aprender la comunión.

En la historia de la Iglesia han existido esos lugares, fueron los monasterios. Verdaderas “casas de Dios” sus miembros se dedicaban al Opus Dei –la Obra de Dios- tanto con su oración como con su trabajo. En la divina liturgia encontraban la Fons viva de la comunión y en la vida comunitaria la vivían. Estos monasterios y su forma de vivir renovaron las ruinas del Imperio Romano de Occidente y dieron a luz a Europa.

¿Se ha agotado ya la creatividad del Espíritu Santo? ¿No volverá a socorrernos? Todo lo contrario, ahora es tiempo de gracia; ahora, más que nunca, es día de salvación.

Desde Carlos de Foucauld hasta infinidad de nuevas comunidades y formas de vida sacerdotales, laicales y consagradas, la fecundidad del Espíritu hoy no acaba más que de empezar.

El sueño de san Juan Pablo II es el de Dios y los proyectos de su Corazón se cumplen de edad en edad.

Una palabra resuena fuerte en mí: Casa. Quizás en este tiempo donde las familias han dejado de ser una casa segura, cada lugar que realmente sea habitado por la comunión se convierte en Casa de Dios, Casa y Escuela de la Comunión.

Conozco familias en misión cuyo cometido en lugares fuertemente secularizados es simplemente quererse. También conozco comunidades religiosas que viven su Casa como un lugar de acogida, comunión, estudio y adoración en continuidad con aquella en que Agustín y sus amigos se retiraron la buscar y compartir la Belleza y la Verdad.

¿No será éste nuestro reto también? Construir casas y habitarlas, convertirlas en lugares de adoración y comunión. Entonces brillarán como luz en las tinieblas, serán escuelas donde aprender el divino servicio, lugares como Betel –que significa Casa de Dios- donde nuestro padre Jacob vio una escalera por la que bajaban y subían los ángeles.

 ¿Será nuestra propia vida esa Scala Caeli  por la que Dios pueda abrazar al mundo y  los hombres puedan volver a la Casa del Padre?

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